El pasado 5 de noviembre nuestra Catedral vivió una celebración muy especial. La Iglesia palentina se reunió para dar gracias por la Canonización de San Manuel González.
Descatamos en estas páginas un fragmento de la Homilía de nuestro Obispo.
Eucaristizar, Vivir la Misa... esa es la propuesta. La Palabra de Dios que ha sido proclamada tiene como eje la Eucaristía que es memorial del sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, comida de amistad e intimidad con el Señor, alimento para el camino de la vida que es duro, signo de unidad y fármaco de inmortalidad. Y Esta Palabra nos señala e invita a hacer y vivir lo que Jesús hizo y vivió en su vida hasta la muerte y muerte de Cruz y que lo resumió en la última Cena. ¿Qué hizo? Se reunió con sus discípulos a cenar, dialogó, lavó los pies a sus discípulos, tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos. Y lo mismo hizo con el cáliz lleno de vino.
Esto es lo que tenemos que hacer y vivir nosotros
1. Reunirnos y encontrarnos como hermanos, como comunidad, miembros de una misma familia, la Iglesia. Un cristiano no puede abandonar y vivir lejos de la Iglesia. Es nuestro hogar. Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre. Por eso es preciso encontrarnos y reunirnos como hermanos, para convivir, saludarnos, alegrarnos juntos, proyectar y trabajar juntos; encontrarnos y lavarnos los pies unos a otros, es decir, servir, y perdonarnos sabiéndonos pecadores perdonados y reconciliados; reuniéndonos para alabar y adorar al Señor por su bondad, misericordia y fidelidad; encontrarnos para orar, personal y comunitariamente, para pedir por unos por otros y por todos, porque todos como pobres necesitamos a Dios y de Dios.
2. Después de reunidos, escuchar y acoger la Palabra de Dios. Es la Palabra del que nos ama como nadie, que es y debe ser lámpara para nuestros pasos, la brújula de nuestra vida; palabra sabia y de vida eterna. Dios, movido de amor, nos habla como amigos, trata con nosotros y nos invita y recibe en su compañía. Y responder a la Palabra con la confesión de la fe y las oraciones para que lo que dice el Señor se cumpla en nuestros días y en nuestras vidas. Un cristiano tiene que ser un enamorado de la Palabra de Dios, que la conoce, la saborea, la interioriza y la lleva a la vida como nos pide el Concilio; ¡Cómo se alimentaba nuestro Santo de la Palabra de Cristo! Un cristiano, -sea niño, joven, maduro, adulto, sacerdote, religioso o laico- tiene que estar siempre como discípulo en catequesis, formarse y configurarse permanentemente con Cristo. ¡Qué buen catequista fue D. Manuel con escritos y práctica! Aquí al lado, en los bancos que están delante de la Capilla del Sagrario, él daba catequesis a los niños y niñas pobres de Palencia Se preocupaba por darles el pan de cada día y el Pan de Dios. Por eso la imagen que hemos bendecido al comenzar la Eucaristía de Acción de Gracias está una de las niñas a las que él enseñaba la fe cristiana desde el amor y la cercanía a los más pequeños.
3. Eucaristízar que es, hacer los gestos y vivir lo que hizo Jesús en la multiplicación de los panes y los peces, en la Última Cena, y resucitado cuando se aparece junto al lago: tomar el pan y el vino en nuestras manos, bendiciendo a Dios, dador de todo bien, y aceptar la voluntad de Dios en todos los momentos de la existencia, aunque cueste y suponga sangre. Y todo con acción de gracias al Padre, por el Hijo con el Espíritu Santo, siempre, por todo y en todo. Es dar gracias por la vida, el sol, la familia, la iglesia, la fe, el bautismo, por la entrega de Cristo que se hace pan, que derrama su sangre para sellar la Nueva Alianza y perdonar todos los pecados. Dar gracias por la unión que crea el Espíritu Santo en comunión con toda la Iglesia, presidida por el papa Francisco y los pastores, los santos y los difuntos. Es partir y repartir el pan que el Padre nos da a sus hijos, y hacerse cada uno pan tierno de granos molido, partido y compartido, y vino pisado en el lagar, entregando nuestra vida, pensamientos, sentimientos y acciones aunque el alma se rompa... Es no solo dar, sino darse. Y lo dio dice el Evangelio: Es recibir y aceptar a Cristo que se ofrece como pan de vida, como alimento y bebida para el camino, aceptarlo en nuestro corazón y existencia, adorarlo dejarnos amar por Él, y darnos y dejarnos comer como el pan por tantos abandonados, hambrientos y descartados de la sociedad que buscan pan, justicia, amor, libertad y verdad. Es vivir en la lógica del don. Entrar en comunión con los demás, dejar que los otros formen parte de nuestra vida y nosotros de la suya porque Él nos ha dado ejemplo. Es acompañar a tantas personas abandonadas, que son también sagrarios abandonados, porque en ellas está Jesús. Es hacer de cuanto somos y tenemos un don para los demás, para que tengan vida y vida abundante y sea reconocida su dignidad de hijos de Dios y hermanos.
4. Y la despedida: Podéis ir en paz, salir en misión, no esperar, salir al encuentro de los hermanos en todas las situaciones, como lo hizo Andrés con su hermano Simón Pedro, confesando nuestra fe con obras y palabras para llevar la paz de Cristo, el amor de Cristo, la misericordia de Cristo. Es hacer lo posible e imposible para que otros descubran con gozo y experimenten la alegría de ser amados por Dios-amor, por el «Amo», como decía él, que no es sólo dueño, sino el que ama como nadie amó jamás. Tenemos que salir para construir una civilización nueva, la del amor.
San Manuel lo decía así: «Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que lleva al Sagrario, y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de todas clases y los hartaré de todo pan. Descubriré niños pobres y pobres niños y me sobrará el dinero y los auxilios para levantarles escuelas, y refugios para remediarles sus pobrezas. Tropezaré con tristes sin consuelo, con ciegos, con tullidos y hasta con muertos del alma o del cuerpo, y haré descender sobre ellos la alegría de la vida y de la salud!».
Esto es eucaristizar, vivir la Misa, como decía San Manuel. Esto, creo, es lo que nos propone hoy a todos, particularmente a esta su Diócesis de Palencia.