En este número de Iglesia en Palencia les contamos la historia de una voluntaria, la historia de un voluntariado que nace por casualidad, a raíz de dos chavales con los que coincidía a diario, a la misma hora y que cargados con sus mochilas y fuera del horario escolar, se dirigían al mismo sitio, ese lugar era el centro donde se desarrolla el Programa de Infancia de Cáritas Palencia. Nuestra voluntaria, Marta Tejido, a raíz de las miradas de estos dos chavales, supo que quería colaborar en su apoyo escolar y con las mismas, se dirigió a su parroquia para informarse de dónde podía ella aportar su tiempo y compartirlo con los chicos que precisan de este apoyo escolar. Y así es como Marta empieza a formar parte de la familia de voluntarios de Cáritas Diocesana.
Con frescura y mucha, mucha naturalidad, Marta nos recuerda que ella comenzó a ser voluntaria sin esperar nada y asegura que «aunque suene a tópico, he aprendido mucho más yo de ellos que lo que hayan podido aprender conmigo» y para contextualizar esto nos cuenta una anécdota: «Al tiempo de estar ya en el programa de infancia, me di cuenta que cuando había un conflicto en la clase, todos reaccionaban como una piña, lo que le pasaba a uno de ellos les pasaba a todos, no se acusaban unos a otros y también he aprendido a valorar muchas más cosas, no hay que olvidar que si están en este programa, además de carencias escolares, tienen otro tipo de carencias, económicas, afectivas, familiares... al conocer la realidad de estos chicos, me doy cuenta que soy un afortunada, con todas las necesidades básicas cubiertas y he aprendido que se puede vivir con muchísimo menos y ser más feliz».
El ejemplo de Marta es una muestra más del trabajo que llevan a cabo nuestros voluntarios en la diócesis y que con su labor callada y entrega generosa, hacen el día a día de muchas personas, más fácil y feliz.
Natalia Aguado León
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