En estado de conmoción. Así estamos. La brutalidad de la violencia fanática esta vez ha golpeado muy cerca de nosotros. Lo sucedido en París no podemos quedarnos en definirlo como un ataque contra la Libertad de Expresión. Que lo es. Al fanático no le gusta la libertad de expresión. Pero tampoco le gusta la libertad de culto, ni la libertad educativa, ni las libertades políticas, ni ninguna otra. Es un ataque contra la LIBERTAD en general. Y no le gusta la Libertad ni en Occidente ni en ningún otro sitio.
Se repite mucho que estos criminales están en guerra contra nuestro modo de vida democrático y occidental. Que esa es la “razón”. Y digo yo debemos superar esta visión eurocéntrica de las cosas. El mundo es más “global” de lo que hubiéramos imaginado. Las personas se mueven más de lo que habríamos previsto. Y las ideas -las buenas y las malas- circulan a tal velocidad y con tal libertad... como jamás habríamos soñado. Y somos un único cuerpo... lo que pase en cualquier lugar del mundo... nos afecta. Y podremos blindarnos, y vigilar nuestras casas y la del vecino. Protegernos. E incluso, cuando sea necesario... “matar un perro”. Pero el que se crea que con ello “se acabó la rabia”... se equivoca.
Las alimañas que han golpeado en París son las mismas que destrozan vidas y cercenan futuros en Siria, en Pakistán, en Afganistán, en Irak, en Yemen, en Sudán, en Nigeria... y -cuando pueden y como pueden- en Nueva York, en Londres, en Madrid, en Sidney...
Pero nos pasa como con el ébola. Da para un par de telediarios si pasa en Liberia. Pero es noticia y nos preocupa si el virus llega al Hospital Carlos III de Madrid. Pero esto es más grave que un virus. Estos fanáticos planifican y ejecutan... en el sentido literal. Y da para un par de telediarios si pasa en Siria... pero es noticia y nos preocupa si pasa en París. Y no podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. O enfrentamos y solucionamos los problemas de la humanidad de una manera global. O no habrá solución.
Nada puede justificar un atentado terrorista. Así lo ha dicho el presidente de la Conferencia de los Imanes de Francia al considerar a las víctimas como verdaderos “mártires” y denunciando a los terroristas diciendo: “Pero ¿de qué Profeta están hablando? No tenemos el mismo profeta. Su profeta es el del odio y del horror”. Profetas del odio y el horror a los que también se dirige el Papa Francisco: “Cualquiera que sea el motivo, la violencia homicida es abominable, no se puede justificar nunca, hay que garantizar y proteger con decisión la vida y la dignidad de todos, se debe rechazar cualquier instigación al odio y cultivar el respeto por el otro”.
Y sigo con el Papa. El pasado 11 de enero bautizó a 33 niños y niñas en la Capilla Sixtina. Entre otras cosas dijo: «Como un buen papá y una buena mamá, Dios quiere dar cosas buenas a sus hijos. Y ¿qué cosa es este alimento sustancioso que Dios nos da? Es su Palabra: su Palabra nos hace crecer, nos hace producir buenos frutos en la vida, como la lluvia y la nieve hacen bien a la tierra y la hacen fecunda».
Y estoy convencido que este es el deseo de todos los padres creyentes, de los buenos creyentes... en uno u otro Dios. Cosas buenas para sus hijos. No la muerte, el horror y la destrucción.
Domingo Pérez
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