Santa Teresa no es sólo santa, sino que además es la primera mujer Doctora de la Iglesia. Como santa, su vida es un ejemplo a seguir por el Camino, la Verdad y la Vida de Jesús, nuestro Redentor. Como Doctora, es maestra espiritual que nos enseña a comentar el evangelio... y guía que nos encamina por el sendero de la santidad en su fase mística y de oración. Repito... de oración.
No puede haber santidad, ni se llega a vivir intensamente la fe, sin espíritu de oración. Y como nos explica Santa Teresa, “oración es tratar de amistad con quien sabemos que nos ama, Dios”.
Para Santa Teresa, el alma es un castillo y dentro del castillo está Dios. Para Santa Teresa el alma es un jardín, un huerto en donde Dios ha “sembrado” y plantado flores, hasta convertirla en jardín.
Pues bien, la oración en Santa Teresa, es la puerta para entrar en el castillo. La oración es el agua que hace brotar las flores del jardín y los frutos del huerto: las virtudes. Sin oración no se encuentra a Dios, ni el jardín tendrá flores de amor, de servicio, de humildad. Y hay cuatro maneras de regar el huerto, el jardín, dice Santa Teresa:
Primera: sacando agua de un pozo valiéndose de un cubo. Se trabaja mucho y se consigue poca agua. Segunda: valiéndose de una noria y aprovechando la fuerza de una borriquilla, que da vueltas y vueltas. Se consigue más agua y se trabaja menos.
Tercera: aprovechando el cauce de un río, que es trabajar mucho menos y conseguir más abundancia de agua. Y cuarta: cuando llueve, que no se trabaja nada y se logra que se rieguen las plantas en sus raíces y hojas. Mucho mejor. Tenemos que ser almas de oración.
En el libro de Las Moradas escribe: “Son las almas que no tienen oración, como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos, no los puede mandar, que así son; que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí”.
San Juan de la Cruz nos dirá que las almas que no hacen oración ni tienen humildad, son como un pájaro sin alas, que no puede volar.
Germán García Ferreras
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