Entre los miles de sermones que predicó San Juan de Ávila, hay uno dedicado a San José que, además de ser muy largo, es sumamente interesante por las ocurrencias en su discurso. Comienza así: “Condición es de las buenas mujeres casadas encubrir las faltas de sus maridos y publicar las virtudes que tienen, deseando que todos los honres y sirvan; porque como la honra de la mujer sea el varón, el bien o mal que ella de él dice, de su misma honra lo dice, de su misma persona lo dice, pues ella y él una cosa son”.
Acude, San Juan de Ávila al testimonio de sus dos santos a lo que tiene mucha devoción: San Jerónimo y San Agustín. Santos que cita muchas veces en sus escritos, siendo como la fuente de inspiración. Y sigue diciéndonos: “Seguros estaremos que esta sagrada esposa y Virgen María no descubriría faltas de su esposo el santo José; porque ni él las tenía, y aunque las tuviera, ella no las dijera, pues tenía mayor virtud que santa Mónica bienaventurada, de la cual cuenta su hijo San Agustín, que aunque su marido la maltrataba, y era de ruines costumbres, a nadie se quejaba ni descubría las faltas de su marido”.
Insiste nuestro Santo: “No cupo, pues, en la boca de la Virgen decir mal del santo José, mas decir muchos bienes de él, y honrarlo y desear que todos dijese bien de él y agradecerlo a quien lo dijese”. Y citando a san Jerónimo, predicará: “Pues así como todo lo que se dice en alabanza de la Virgen bendita, dice San Jerónimo que resulta en honra de Jesucristo nuestro Señor, Hijo bendito, así todo lo que se dijere en alabanza del santo José, resulta en honra de Jesucristo nuestro Señor, que lo honró con nombre de padre, y de la Virgen Santa María, de la cual fue verdadero y castísimo esposo”.
Y aI final del sermón hace esta afirmación: “Convino que la Virgen María fuese casada, para que, pues ella no podía a solas remediar las necesidades de su Hijo bendito, tuviese esposo que la ayudase. Porque así como se escribe de Adán que le dio Dios mujer para que le ayudase, así también no convino que la bendita Virgen estuviese sola en este ministerio, sino que la diese varón que la ayudase y fuese semejante a ella”.
Germán García Ferreras
Germán García Ferreras
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