Están siendo días muy intensos. Bueno, corrijo... intensísimos. Nos hemos encontrado con un Papa Francisco que nos deja mensajes frescos en cada intervención, en cada imagen, en cada gesto. Que parece feliz. Y que en estas breves jornadas nos ha dejado un fantástico regusto y un inmejorable sabor de boca. Transmite Humildad. Transmite Esperanza. Transmite Fe. Transmite Caridad. Estos son para mi los “haberes” del Papa. Los “haberes del transmisor”.
En cuanto a los receptores... ya no las tengo todas conmigo. Que en el balcón apareciera el que hasta ese momento había sido el Cardenal Bergoglio... nos ha obligado a todos a recolocarnos en el nuevo escenario... Y tengo la sensación de estar viviendo la típica jornada post electoral. Como cuando hay elecciones generales... y todos han ganado.
Me preocupa contemplar cómo -unos y otros... los amantes de la modernidad eclesial mal entendida, y los que abusan de la naftalina en todo momento y ocasión- bucean por la vida del, hasta hace poco, cardenal de Buenos Aires. Esto, en principio, no me parece mal... pero... una cosa es buscar saber, y otra cosa es buscar justificar.
Si ando rebuscando y sacando de contexto palabras ya escritas o pronunciadas... para justificar los planteamientos que ya tengo, para justificar lo bueno que soy y “cómo ya estaba haciendo yo esto que nos pide el Papa”... mal camino llevo. El mismo mal camino que tomo cuando del Evangelio entresaco ese versículo que mejor me viene.
En plena Sede Vacante leía en Twitter: “No me preocupa si el futuro papa tendrá un corazón grande, sino si mi corazón será bastante católico como para acogerle sea quien sea”. No hace falta explicar más.
Y sí... estoy completamente convencido de que hemos ganado todos... y de que se abre un apasionante y esperanzado tiempo en la Iglesia. Pero también estoy convencido de que está “luna de miel” que estamos viviendo con el Papa Francisco... se acabará. Y necesariamente llegará una “luna de hiel”... y todos tendremos algo que perder. Y perder significará cambiar modos y maneras.
Cambiar actitudes. Cambiar registros. Cambiar corazones.
En definitiva: CONVERTIRNOS.
Domingo Pérez
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