El humo que emanó -a las 19.05 del miércoles 13 de marzo- de la chimenea de la Capilla Sixtina no dejaba lugar a dudas. “Habemus Papam”. Y las campanas de San Pedro, las de nuestra catedral de San Antolín... y las de muchísimos templos repartidos por todo el mundo repicaron a gloria. Finalizaba así un Cónclave rápido pues apenas habían pasado 24 horas después de que se entonara el “Extra Omnes” y los 115 cardenales se encerraran en la Capilla Sixtina.
Apenas 45 minutos conocimos, de boca del cardenal protodiácono, Mons. Tauran, el nombre del sucesor de Benedicto XVI: “Os anuncio un gran gozo: Tenemos Papa: El eminentísimo y reverendísimo Señor, Don Jorge Mario, Cardenal de la Santa Iglesia Romana Bergoglio, quien se ha impuesto el nombre de Francisco”.
El Papa Francisco fue en la quinta votación -una más de la que necesitó hace ocho años Benedicto XVI- en la segunda de la tarde del Cónclave. En una lluviosa y fría tarde que no pudo desanimar a los miles de fieles que, dese media mañana, tomaron la Plaza de San Pedro.
Una hora más tarde, el Papa Francisco salió al balcón central de la Basílica y comenzó su pontificado no bendiciendo al mundo, sino pidiendo al mundo “que pida la bendición para su obispo”.
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