El duro día a día no ha cambiado mucho en Haití. Un país -que ya era el más pobre de América Latina- se paró aquel 12 de enero de 2011. Las cifras “oficiales” hablan por sí solas: 316.000 muertos, 350.000 personas heridas, y más de 1,5 millones de personas sin hogar.
El alojamiento, las malas condiciones sanitarias y los escombros que aún recorren las calles de la capital, continúan siendo algunos de los asuntos pendientes más preocupantes. El “a perro flaco...” se cumple con toda crudeza para estos hermanos nuestros. Más de un millón de haitianos aún necesitan de la ayuda humanitaria, según la ONU. Esto incluye las 358.000 personas que aún viven en campamentos, medio millón más que padecen inseguridad alimentaria y unos 73.500 niños menores de 5 años que padecen malnutrición.
Haití también se enfrenta, con toda probabilidad, a otro año de malas cosechas a causa de la sequía de principio de temporada y al paso del huracán Sandy, en noviembre de 2012, que afectó a 1.500.000 personas.
Y no nos olvidemos de la epidemia de cólera. Desde octubre de 2010, se han detectado cerca de 632.000 casos y más de 7.600 personas han muerto como consecuencia de la enfermedad.
Tres años después sigue siendo necesaria la ayuda. La labor de ONG de la Iglesia, como Cáritas, Manos Unidas, Misiones Salesianas o Mensajeros de la Paz, continúa siendo imprescindible. Por humanidad. Por justicia. Para que puedan tener un futuro digno.
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