Este el título del libro más místico de San Juan de Ávila. La frase corresponde a un texto bíblico que íntegramente dice: “Oye hija, y ve, e inclina tu oreja, y olvida tu pueblo y la casa de tu padre. Y codiciará el rey tu hermosura”.
San Juan de Ávila juega con estos tres verbos: oír, escuchar y entender. Primero hay que oír la voz de Dios, luego escuchar a Dios y, finalmente, entender qué nos dice y de qué nos habla. En el Evangelio de San Juan, cuando relata la visita de Pedro y Juan al sepulcro de Cristo, termina así: “Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura”.
San Juan de la Cruz, exige la presencia del director espiritual para que esos tres verbos vayan juntos y respondan al mensaje del Espíritu Santo. Porque no es cuestión de oír, ni tampoco basta escuchar de donde procede la voz que oímos, sino principalmente entender qué se nos dice y qué se nos pide y qué espera Dios de nosotros.
Escribe San Juan de Ávila: “Lo primero que nos es amonestado en estas palabras es que oigamos, porque el fundamento de la vida espiritual es la fe y ésta entra en el alma por el instrumento de la voz, mediante el oír”. Y añade: “Porque muy poco aprovecha que suene la voz de la verdad divina en lo de fuera, si no hay orejas que la quieran oír en lo de dentro, ni nos basta que, cuando fuimos bautizados, nos metiese los dedos el sacerdote en los oídos, diciendo que fuesen abiertos, si los tenemos cerrados a la palabra de Dios”.
Y recuerda lo que dice el profeta de los ídolos: “Ojos tienen y no ven, orejas tienen y no oyen”. ¿Nos pasa a nosotros esto mismo en muchas ocasiones? Por eso, habla de tres lenguajes que debemos evitar para no engañarnos o equivocarnos: el del mundo, el de la carne y, el del demonio. El subtítulo del libro es claro y expresivo: “Avisos y reglas cristianas para los que desean servir a Dios, aprovechando en el camino espiritual”.
Iremos publicando esos avisos y reglas... con las maravillosas expresiones del Santo y los ejemplos correspondientes.
Germán García Ferreras
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