lunes, 12 de diciembre de 2016

Entre laureles de triunfos, y espinas de la lucha

Fray Domingo deja su patria, satisfecho de ver cómo la semilla prende en la dura tierra que le vio nacer. Vuelve a recorrer el camino que antaño hizo lleno de honores y riquezas, en la frustrada comitiva real, camino de Dinamarca. Ahora su honor es ver que hace la voluntad del Señor, y sus riquezas, los frailes que predican de norte a sur. Segovia y Palencia, son el inicio de su gran obra en España. La tradición le atribuye la fundación de Santiago de Compostela, Guadalajara, Burgos, Brihuela -cerca de Sigüenza- y su paso por Huesca, antes de cruzar los Pirineos. Y una larga lista de poblaciones que, envueltas en la tradición y la leyenda, aseguran que los honró con su presencia y predicación. Predica en Madrid y funda el primer monasterio de dominicas contemplativas; después será Santa María de Castro, en San Esteban de Gormáz, que marcharán a su villa natal de Caleruega por deseo de Alfonso X.

En Domingo se cumple el salmo: “al ir iban llorando, llevando la semilla. Al volver vuelven cantando trayendo sus gavillas”. Al llegar a España, el desaliento había entrado en el corazón de los primeros frailes, sembradores inexpertos, y la tierra, quizá no era la más propicia. Pero Domingo da un impulso con su presencia y su palabra “que al salir de su boca, a todos cautivaba”. Ahora ve creer la cosecha, y puede volver a otros campos y ciudades, que necesitan que el sembrador de Castilla, lleve la fuerza del Espíritu, para que, como aquellos apóstoles temerosos del cenáculo, salgan valerosos a dar testimonio del Resucitado.

Paris, es su próxima escala. Al llegar a la ciudad por la puerta de Orleans ve la hospedería de Santiago. Fray Mateo, ha organizado a la treintena de religiosos... una improvisada comunidad en un improvisado convento. La vida no había sido fácil a partir del otoño de 1217. Alojados en esa hospedería, que tuvieron que alquilar, apenas han encontrado quien les ayude. Su pobreza es extrema y su predicación parece no tener sentido. La Iglesia -comenzando por el obispo y los canónigos de Notre Dame, que tratan de impedirles el ejercicio público del culto en capilla alguna- parece ignorarlos. La excepción es un buen número de sacerdotes jóvenes que han entrado en la Orden y un maestro de la Facultad de Teología, que les enseña privadamente en la hospedería, según la exigencias del Derecho.

Pero las dificultades no amedrentan el ímpetu de Domingo, “el Espíritu del Señor está sobre él y lo ha enviado a predicar al Buena Noticia de Salvación”, nada, ni nadie podrá apagar el fuego de este Espíritu, aunque la “batalla de Paris” se presente llena de asperezas y dificultades.

Fray Luis Miguel García Palacios, O.P.
Subprior del Convento de San Pablo

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