domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Necesitará mi parroquia algo de mi?

El Concilio Vaticano II nos enseña que «la diócesis es una parte del Pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio. Así, unida a su pastor, que la reúne en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular. En ella está verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica».

El pasado 16 de noviembre, hemos celebramos, un año más, el Día de la Iglesia Diocesana, el día de nuestra diócesis. Es un día para darnos cuenta de que, más allá de nuestra comunidad parroquial, de nuestra unidad pastoral, de nuestro movimiento apostólico o de nuestro convento o monasterio, todos juntos formamos una misma Iglesia particular, unidos en comunión de amor con Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo y unidos entre nosotros por los lazos de la comunión eclesial. Pretende, pues, crear conciencia entre los católicos de todas estas comunidades cristianas de que pertenecemos a la Iglesia particular de Palencia.

En el Día de la Iglesia Diocesana celebramos también que vivimos nuestra fe en una parroquia concreta, con cristianos de todas las edades, y con nuestros sacerdotes y religiosos. La parroquia nos acompaña en los momentos más importantes de nuestra vida, en la mayoría de las ocasiones en los instantes más felices, pero también en los que necesitamos apoyo, en los momentos tristes. Nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte y nos hace mejores, es nuestra casa, el lugar de los encuentros vitales, que nos edifican como buenos ciudadanos y como hijos de Dios. No vivimos la fe en soledad, sino en comunidad junto a otros hermanos nuestros.

El lema del Día de la Iglesia Diocesana de este año nos quiere hacer conscientes de que «participar en tu parroquia es hacer una declaración de principios». En nuestra parroquia, hemos recibido el don de la fe por el bautismo, que es el mayor regalo de amor, de misericordia y de perdón que Dios nos ha dado. Pero lo que hemos recibido gratis, hemos de darlo gratis. Así pues, debemos preguntarnos seriamente: ¿me preocupo por mi parroquia? ¿necesitará mi parroquia algo de mí? ¿necesitará mis conocimientos profesionales como voluntario en alguno de las tareas pastorales que desarrolla? ¿necesitará que yo sea generoso con mi dinero? Si queremos “participar en la parroquia”, el Día de la Iglesia Diocesana de este año nos recuerda que todos debemos poner a disposición de los demás nuestras mejores cualidades, nuestro particular “carisma” recibido de Dios.

Todos podemos colaborar con la parroquia de muchas maneras, como catequistas, como animadores de los jóvenes o ayudando en el mantenimiento del templo o de otras muchas formas. Además, cara al exterior, también debemos hablar a otros de las actividades de nuestra parroquia. La mejor forma de comunicar la fe es transmitirla boca a boca, dentro de nuestra propia familia, en nuestro trabajo, con nuestros amigos. De esta forma, la parroquia, que a muchos les puede parecer lejana, se presenta como lo que es: una realidad cercana, que dinamiza la actividad social y cultural de nuestros pueblos.
Pero, sobre todo, la parroquia es fuente de vida espiritual. El mensaje de Jesucristo es importante para nosotros... pero también es esencial para la vida del prójimo. También ellos necesitan de Jesús y de su mensaje de salvación para todo ser humano. Nuestra misión como cristianos es llevar el Evangelio a los demás, para que también ellos conozcan y amen a Dios, para que tengan esperanza, para que vivan en el amor al prójimo.

Para todo esto, la parroquia precisa de los medios necesarios para poder continuar con su labor pastoral, y por ello se nos pide que todos nosotros ayudemos a su mantenimiento, que la sintamos como nuestra, también en sus gastos. Desde Cáritas a las diversas actividades evangelizadoras, pasando por los gastos corrientes que hay en cualquier vivienda, la parroquia nos necesita. El sentido de pertenencia a la Iglesia debe llevarnos a todos a implicarnos en sus tareas pastorales, pero la Iglesia necesita también de nuestra colaboración económica. Las aportaciones voluntarias de los católicos es la parte más importante del sostenimiento económico de la Iglesia. La mejor forma de colaborar con ella es la aportación periódica personal o familiar, abonada mediante domiciliación bancaria. La cuantía dependerá de la situación económica familiar y de la generosidad de cada uno de nosotros.

«Participar, pues, en tu parroquia es hacer una declaración de principios». Es reconocernos públicamente hijos y miembros de la Iglesia de Cristo, hermanos unos de otros, integrantes de la misma comunidad parroquial, insertada en la gran comunidad eclesial que es la diócesis.

+Esteban, Obispo de Palencia

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