“SIN BARRERAS” es el mensaje que el Grupo de Pastoral de la Discapacidad de la Diócesis de Palencia ha ido transmitiendo de parroquia en parroquia durante los años 2012-2014. Buscando eliminar las barreras: arquitectónicas (quizá las más evidentes y las más fáciles de solucionar), barreras del lenguaje y la comunicación y, sobre todo, barreras en los corazones, sabedores de que todos somos hijos amados por Dios con nuestras diferencias, dones y limitaciones.
En una sociedad donde las libertades nos apabullan, sobre todo la bandera de la libertad de expresión, que diariamente se enarbola aquí y allá, sobraría decir que la libertad de la fe, creencia o religión tendría que estar salvaguardada y a pleno rendimiento. Sin embargo, vemos en nuestros entornos cómo cada vez está peor visto expresar la fe y, desde luego, la práctica de la misma. Llegados aquí, me pregunto: ¿en este contexto social, cómo vamos a favorecer el desarrollo espiritual de las personas con discapacidad si quienes tenemos todos los medios a nuestro alcance no nos atrevemos a profesarlo?
El desarrollo de las leyes de dependencia, políticas sociales, códigos éticos... son medios para asegurarnos la igualdad en la sociedad y la participación en la vida social, pero no podemos quedarnos tan tranquilos diciendo que la espiritualidad de las personas es algo que pertenece al ámbito de lo íntimo y que cada cual se las arregle como pueda, porque cuando una persona con discapacidad auditiva no puede participar en las celebraciones, cuando una persona con discapacidad intelectual no puede acudir a la catequesis de la parroquia, cuando una persona con discapacidad física no puede acceder al templo, cuando una persona con enfermedad mental es señalada por la comunidad parroquial, cuando quienes prestamos apoyos no favorecemos el acompañamiento a las eucaristías, cuando esto sucede estamos negando el derecho de las personas a profesar comunitariamente su fe, a desarrollar su espiritualidad y a integrarse en su comunidad, porque con nuestra omisión les estamos, al fin y al cabo, des-acogiendo de nuestra Iglesia, la Iglesia de todos. Y esto es una realidad que únicamente puede ser cambiada entre todos.
Tras recorrer en estos años prácticamente todas las parroquias de la capital y algunas de la Provincia, tenemos un sentimiento de alegría, por la acogida en las comunidades y por la participación en las celebraciones que hemos compartido, y esto nos indica que cuando es el Señor quien nos convoca los prejuicios y temores se diluyen, brota la alegría del corazón y la sencillez de la fe hace que las barreras se resquebrajen.
Estamos a vuestra disposición. Seguimos creyendo en un corazón sin barreras.
Tere Díaz - Pastoral Social
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