martes, 4 de diciembre de 2012

La Escuela

El diccionario define así la palabra escuela: “Institución destinada a la enseñanza, en especial la primaria, que proporciona conocimientos que reconsideran básicos en la alfabetización”. Hay muchas clases de escuelas: universitaria, concertada, normal, militar, de ingeniería, de teatro, de idiomas... Y todos sabemos que en los pueblos ya no hay escuelas, para desgracia de la sociedad.
 
San Juan de Ávila nos habla de la “escuela divina”. ¿Qué se enseña en esa escuela y quienes pueden ser sus alumnos? “En otras escuelas -escribe nuestro santo doctor- aunque sea un hombre malo, puede salir letrado en su género y maneras; mas en esta escuela gozarán de este Espíritu Santo y saldrán sus discípulos destetados y apartados de los pechos de sus madres; a estos tales enseña el Espíritu Santo, con estos se comunica, a estos se da”. Luego es el Espíritu Santo quien hace de maestro, por eso sigue diciendo: “Atreveos hermanos, a destetaros por Dios, atreveos a apartaros de los pechos de vuestras madres, para que seáis discípulos y enseñados en la escuela del Espíritu Santo”. Y añade San Juan de Ávila: “Destetaos de vuestra voluntad, de vuestro propio parecer, salíos y apartados de vosotros mismos, salíos de vuestro natural y vuestros juicios... Déjalo todo, hermano, desteta a este tu corazón, apártale de los pechos donde tiene puesto su amor”.
 
¿Qué les parece la doctrina de San Juan de Ávila y la claridad para hacernos comprender aquel texto del Evangelio: “El que quiere a su madre, a su padre, a sus hermanos... más que a Mí no es digno de Mí?”
 

San Juan de la Cruz tiene unos versos maravillosos que escribió-compuso estando en la cárcel de Toledo. Se titula Cantar del alma: “- Que bien se yo la fonte que mana y corre / aunque es de noche.- Aquella eterna fonte está escondida, / que bien sé yo do tiene su manida / aunque es de noche”.
 
El alma más se llena de Dios y es más feliz, cuanto está más vacía de las cosas temporales y terrenas. Cuanto está más destetada de caprichos y amor propio.

Germán García Ferreras

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