domingo, 25 de noviembre de 2012

Tú lo dices: soy rey

25 de octubre de 2012 - XXXIV Domingo del T.O. - Solemnidad de Cristo Rey

- Dan 7, 13-14. Su dominio es eterno y no pasa.
- Sal 92. El Señor reina, vestido de majestad.
- Ap 1, 5-8. El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
- Jn 18, 33b-37 Tú lo dices: soy rey.

En este domingo es el último del tiempo litúrgico y tiene, como broche de oro, la fiesta de Cristo Rey del Universo. El evangelio nos recuerda el interrogatorio de Jesús ante Pilatos, al que Juan le dedica doble espacio que los sinópticos, y que ha compuesto con sumo cuidado; le interesa al evangelista alcanzar la significación profunda del acontecimiento más allá de la escueta narración de lo sucedido.

Las autoridades judías presionan para que condene a muerte a Jesús porque se ha proclamado rey. A Pilato le resulta increíble que aquel hombre, maniatado como un delicuente, intente desafiar el poder de Roma, y se ve en la obligación de preguntarle: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús no oculta su verdad: “Yo soy rey, y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad”. Pero el significado de este título es totalmente diferente de lo que pensaban judíos y romanos. La realeza de Jesús sigue el guión del Padre, no el de los hombres; Jesús es rey porque cura a los enfermos, perdona a los pecadores, rechaza el orgullo, practica la justicia, entrega su vida, esa es su verdad. Jesús es rey porque el Padre ha sometido todo al Hijo. El reino de Dios es una oferta de salvación que se hace presente en la persona de Jesús.
 
Pilatos se sintió confundido con la explicación, tan distante de los modelos convencionales del ejercicio, y Jesús le aclara: “mi reino no es de este mundo”; efectivamente no pertenece a este mundo, en cuanto no pertenece al sistema de injusticia imperante. Pero Jesús es un rey que anuncia un mensaje de amor y justicia a personas de carne y hueso, y su propuesta está destinada a transformar las personas y las estructuras.

Ante esta oferta de salvación, que Dios hace en la persona de Jesús, no cabe la neutralidad, se impone la decisión en uno u otro sentido: o la verdad, el trabajo por la paz, buscar la justicia, o el egoísmo y aferrarse a los privilegios. Entendida así la realidad de la disyuntiva, quien juzga de verdad no es Pilatos, sino Jesús.
 
“La realeza de Jesús sigue el guión del Padre, no el de los hombres. El Reino de Dios es una oferta de salvación, que se hace presente en la persona de Jesús”. ¿También nuestra misión es ser testigos de la verdad?

José González Rabanal

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