En determinadas fechas surgen por doquier iniciativas y acciones altruistas de ayuda a los que en la sociedad viven en situación más precaria o incluso de pobreza real. Las formas son diversas: maratones solidarios, operación kilo, colectas... y se suele concretar en recogida y distribución de alimentos o dinero a fin de aliviar la necesidad ajena, que se considera insostenible. Hasta el punto de que no hay organización o grupo social que se precie, que no realice alguna acción de este tipo. Digamos que algo en el corazón no nos permite pasar de largo ante esa realidad.
La pregunta que subyace es esta: ¿Eso es solidaridad o simplemente socorro? Por supuesto que toda acción de socorro implica un componente de solidaridad, en cuanto que ayuda a paliar un poco la necesidad ajena, pero la solidaridad realmente es otra cosa.
Solidaridad -decía San Juan Pablo II- «no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercana o lejana, sino la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos» (SRS, 38). Y Francisco añade: «Es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad, supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos» (EG, 188). Es bueno denominar cada cosa. Solidaridad sin socorro puede quedar en demagogia y no es cristiano (Sant 2, 15-16); socorro sin solidaridad es solamente socorro.
Antonio García
Art. publicado en la revista
Letras para la Utopía
No hay comentarios:
Publicar un comentario