El Papa Francisco, en su mensaje para la XXX Jornada Mundial de la Juventud 2015, cuyo lema es «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8), regala a los jóvenes (y también a los adultos que los acompañan) algunas llamadas de cara a crecer en su vida cristiana. Un mensaje que no tiene desperdicio y que es bueno leer en su integridad. Destacamos aquí algunas citas, que nos sirven para aproximarnos y descubrir en qué momento nos encontramos en nuestra pastoral juvenil, una pastoral que es de todos, y que ha de propiciar un protagonismo en los jóvenes que los lance al compromiso en el seno de la Iglesia y del mundo. En concreto este año nuestra Iglesia española pone el acento en la figura de Santa Teresa de Jesús, como modelo para los jóvenes. ¿Por qué es modelo, y por qué nos congregamos en torno a su figura durante los días 5-9 de agosto en Ávila, en el Encuentro Europeo de Jóvenes?
Caminar hacia la felicidad
«Queridos jóvenes, todas las personas de todos los tiempos y de cualquier edad buscan la felicidad. Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo anhelo de felicidad, de plenitud. ¿No notáis que vuestros corazones están inquietos y en continua búsqueda de un bien que pueda saciar su sed de infinito?».
Caminar hacia la felicidad
«Queridos jóvenes, todas las personas de todos los tiempos y de cualquier edad buscan la felicidad. Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo anhelo de felicidad, de plenitud. ¿No notáis que vuestros corazones están inquietos y en continua búsqueda de un bien que pueda saciar su sed de infinito?».
Recuerdo algunos veranos en mi adolescencia en los que me enviaban a Inglaterra durante un mes a aprender inglés (hoy quizás me mandasen tres meses, o un año…), o más adelante otros tantos cursos de verano de la universidad... era un buen momento para completar mi formación, sobre todo si no te había quedado ninguna asignatura pendiente. Con el tiempo agradeces haber invertido ese tiempo, a nivel académico y a nivel humano. Pero también es cierto que en esos veranos había tiempo, y descubría la necesidad de otro tipo de experiencias: campamentos, alguna peregrinación, alguna JMJ si había posibilidad... posibilidades reales para hacer un “parón” en la vida y propiciar una conversión que partiese de un encuentro real con Cristo. Todo aquello me realizaba, y si algún verano no lo tenía no era del todo feliz. Y es a día de hoy que agradezco este tipo de experiencias; mis padres habían hecho una “inversión” bastante íntegra a mi juicio, a largo plazo, y a costa muchas veces de sacrificios personales y económicos.
También el verano es tiempo para disfrutar, para el ocio y el tiempo libre... no son pocas las fiestas que son atractivas para los jóvenes. Pero hay jóvenes que saben compaginar todo, que están en el mundo y en la Iglesia, que no absolutizan ninguna dimensión en su tiempo libre, y sobre todo, saben cuándo la fiesta es productiva o improductiva. «Sí, nuestros corazones pueden apegarse a tesoros verdaderos o falsos, en los que pueden encontrar auténtico reposo o adormecerse, haciéndose perezosos e insensibles. El bien más precioso que podemos tener en la vida es nuestra relación con Dios. ¿Lo creen así de verdad?».
Por tanto es necesario redescubrir en nuestras vidas dónde encontramos la verdadera felicidad, la que emerge de esa relación con Dios. Ser joven es tener inquietudes, es ser inconformista, es bus car con profundidad el por qué de las cosas, es relacionarse de manera sana con los amigos... estas claves, estando Dios detrás, son camino de felicidad. Y están de fondo en este tipo de encuentros que desde la Iglesia se nos ofrecen.
Santa Teresa, modelo de amistad
«Sí, queridos jóvenes, el Señor quiere encontrarse con nosotros, quiere dejarnos “ver” su rostro. Me preguntarán: “Pero, ¿cómo?”. También Santa Teresa de Ávila, que nació hace ahora precisamente 500 años en España, desde pequeña decía a sus padres: “Quiero ver a Dios”. Después descubrió el camino de la oración, que describió como “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Libro de la vida, 8, 5). Por eso, les pregunto: ¿rezan? ¿saben que pueden hablar con Jesús, con el Padre, con el Espíritu Santo, como se habla con un amigo?».
La figura de Santa Teresa es un marco ideal. En el itinerario formativo de preparación al encuentro se nos habla de amistad, de espiritualidad... y es que es evidente la necesidad espiritual de nuestros jóvenes. Una necesidad de la que no siempre son o somos conscientes, y que en estos encuentros a veces se descubre simplemente por el clima de oración que se genera, o por ver a otros jóvenes vivir esta dimensión de manera intensa. Tenemos necesidad de Dios, y Santa Teresa nos presenta a un Dios que es amigo, y que colma todas nuestras aspiraciones. Su vida da testimonio de ello.
Crecer en responsabilidad y compromiso
«Queridos jóvenes, en la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos predican que lo importante es “disfrutar” el momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, “para siempre”, porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que sean revolucionarios, les pido que vayan contracorriente; sí, en esto les pido que se rebelen contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, cree que ustedes no son capaces de amar verdaderamente. Yo tengo confianza en ustedes, jóvenes, y pido por ustedes. Atrévanse a “ir contracorriente”. Y atrévanse también a ser felices».
Es cierto, el camino del joven cristiano exige madurar pronto, exige tener personalidad para no dejarse llevar por “lo que hacen todos”, para dar razones de su fe y también para anunciar a Cristo y proponérselo a los demás: exige valentía. Un joven que decida ir a este encuentro probablemente sacrifique alguna actividad con amigos, familia... o quizás consiga traerse a algún joven también. Pero deberá “luchar” por esa opción que ha elegido, con convencimiento, con responsabilidad y compromiso. Y por eso es bueno que los jóvenes no se sientan solos, sino acompañados, arropados por su grupo, su parroquia, su diócesis... de manera que se sientan protagonistas, preparando y siendo partícipes directos de aquello que van a vivir. Quizás participando y llevando a cabo el itinerario formativo previo, colaborando con la delegación de juventud...
Es tiempo de lanzarse al compromiso, la “prudencia” y el “riesgo” tienen sus momentos, pero este horizonte de eclesialidad que nos abre este encuentro es más “de riesgo”. A veces nos quedamos sin explorar estos nuevos horizontes que desde la pastoral juvenil se plantean simplemente por fidelidad a “lo de siempre”, a nuestras actividades, campamentos... que son también necesarios, pero a veces se convierten en un fin en sí mismos y no dan respuesta a esa urgente necesidad de ofrecer un ámbito de eclesialidad plena en el que el joven descubra que él es Iglesia diocesana, universal... y que, como muchos otros jóvenes, debe de estar orgulloso de serlo. Y esta es una buena oportunidad, en un formato que no es ni JMJ, ni local, que no se mueve tanto por una figura como el Papa, si no por una convicción de construir Iglesia desde nosotros mismos, desde cada diócesis. Abramos la Iglesia a los jóvenes, a los que están y a los que no están.
MIGUEL RÚIZ. Responsable nacional de Jóvenes de Acción Católica General. Publicado en el nº 61 de la revista SIGNO.
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