La realidad informativa nos abruma cada mañana con noticias relacionadas con nuevos casos de corrupción, blanqueo de capitales, fraudes......
¿Hemos perdido el rumbo? ¿Todo vale?
Estamos inmersos en una grave crisis económica pero sobre todo moral y espiritual ¿Dónde hemos dejado nuestros valores? ¿Y nuestra integridad?
Las empresas están obsesionadas con los resultados, es fundamental superar los objetivos marcados y los trabajadores estamos sometidos a una gran presión que genera decepciones, insatisfacciones...
Por otra parte, la sociedad vincula al buen profesional con el experto, la persona competente, en lugar de valorar a la persona comprometida y moralmente responsable en el desempeño de su trabajo.
Los profesionales sanitarios debemos desarrollar una serie de actuaciones propias y específicas de nuestra profesión enfocadas a la atención, acompañamiento y cuidado del paciente siguiendo un protocolo sencillo y fácil “La figura y mensaje de Jesús” con un único objetivo “El bien del enfermo”.
¿Por qué no hablar de Virtudes? Aristóteles define la virtud como la excelencia de una cosa, aquella cualidad que la persona debe adquirir para realizar bien aquello que se propone hacer. Y... ¿cuáles son esas virtudes que debemos utilizar en la práctica sanitaria?
Compasión: Ponerse en el lugar del otro, es la mejor disposición para buscar el bien del paciente.
Respeto y Sinceridad: Son dos maneras de tener en cuenta la autonomía del paciente, su libertad para decidir y su derecho a recibir información sobre lo que le ocurre.
Prudencia: Significa saber aplicar la norma adecuadamente, atender al caso concreto desviándonos de la norma habitual si lo requiere.
Una decisión prudencial, no es la aplicación de una fórmula aprendida es una decisión personal del buen profesional.
Confianza: Es decir competencia, compromiso. Competencia científica y técnica, porque el paciente necesita un profesional que sabe lo que hace, pero también comprometido con el bien y el interés del paciente, lo que significa altruismo, solidaridad...
Humanidad: La medicina ha sufrido grandes cambios a lo largo de los siglos pero ciertos parámetros son inalterables, entre ellos la condición humana. Ninguna máquina puede reemplazar el efecto sanador de una mirada, un gesto, una caricia, una palabra adecuada, un silencio oportuno. La presencia humana es insustituible en los procesos de enfermedad, dolor y muerte.
La Pastoral de la Salud este curso nos alienta a realizar nuestro trabajo “con una mirada y un corazón nuevo” abramos nuestros ojos y veremos sin duda a esa persona única e irrepetible que necesita nuestra ayuda.
Rosa Mª Andrés Carbajal
Pastoral de la Salud
Pastoral de la Salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario