jueves, 20 de febrero de 2014

En recuerdo de Don Abilio Sierra

El Señor te ha llevado de forma sorpresiva para los que te conocíamos, te queríamos y tratábamos diariamente contigo, pero así son sus designios. Nuestra meditación durante estos días de tu enfermedad se centraba en la pregunta: ¿Qué será la alabanza, cuando no esté condicionada, por la Fe, sino satisfecha por la visión de Dios? ¿Qué hará D. Abilio, por toda la eternidad? Nuestra respuesta es: “Lo que hizo toda la vida”. Su alabanza estará siempre en su boca y en su corazón. Ahora satisfecha y llegada a la plenitud por la visión de Dios.

Ya has entrado en la verdadera Vida, la que tantas veces te hemos oído predicar, cuando fallecía alguna Hermana de Comunidad a lo largo de tantos años, dedicados a ser el sacerdote entregado a los demás y especialmente a las Hijas de la Caridad, tanto en la Residencia de San Telmo, como en la Residencia de la Milagrosa en los últimos años. Para nosotras, eras el P. Paúl con amor extraordinario a San Vicente y Santa Luisa, nuestros Fundadores y en Ellos a sus Hijas de la Caridad; a todos los pobres, especialmente a los más necesitados.

¿Cómo no agradecer y reseñar tantos recuerdos gratos, positivos del sacerdote prudente, detallista, entregado, poeta espiritual y profundo...?

Nos dejas muy grabado el recuerdo de tus Eucaristías, vividas fervorosamente, preparadas día a día para que la Palabra de Dios calara en nuestras vidas, siendo tú el primero en vivirlas. Tu delicadeza, tus gestos, la unción que ponías en lo que celebrabas...

En nombre de la Compañía de las Hijas de la Caridad, de la Comunidad, de tus amigos los pobres, de los grupos Espirituales a los que has dirigido, de tus amigos deportistas de San Telmo de los niños y Jóvenes que tanto te recuerdan, hoy recibe la oración que con dolor, pero en Fe, elevan en tu favor, para que goces ya de ese Dios Misericordioso y buen pagador.

Hijas de la Caridad
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No es fácil resumir en unas líneas el trabajo, la personalidad, la trayectoria de toda una vida dedicada a los demás. Esa fue la vocación de Don Abilio, una vida entregada al servicio de la Iglesia en diversas tareas pastorales.

Además del “cura de la Bene” como le llamaban tantos chicos, a los que acompaño durante su infancia y adolescencia, Don Abilio, era, ante todo, un sacerdote de y para la Iglesia, impregnado del espíritu de servicio, propio del servidor fiel y prudente. Siempre que se solicitaba su colaboración, estaba dispuesto a aportar su “pobre persona” como a él le gustaba decir.

Cuando, en 1983, le pidieron hacerse cargo de la, entonces, “Pastoral Sanitaria” lo aceptó como servicio a los enfermos, siguiendo los pasos del Maestro, llevando el bálsamo del consuelo y el cariño y enseñando a otros el modo de hacerlo, presentando a Jesús como Buen Samaritano , en el camino del dolor y la enfermedad.

El entusiasmo y la dedicación que puso en ello, hizo posible que, en pocos años, algunos de los que trabajábamos en el mundo de la sanidad, nos interesáramos por esta tarea de la asistencia espiritual y religiosa a los enfermos, tanto en los hospitales como en las parroquias.

Su tarea, en este campo, cesó cuando llegó el momento, pero Don Abilio, siempre estaba ahí: colaborando en todo lo que se le solicitaba, charlas, asistencia asidua a la Escuela de Pastoral de la Salud, apoyando a todos los que ahora llevemos adelante esta tarea difícil, pero apasionante, acompañando en el camino a las personas enfermas, necesitadas o vulnerables, en las que Dios se manifiesta de una manera especial y desde las que nos llama a evangelizar el mundo del dolor y la enfermedad.

Recordar a alguien, nunca es repetir, sino reafirmar, recrear en lo nuevo en lo actual, el mismo espíritu que animó a Don Abilio y que anima nuestro vivir y nuestro hacer.

Gracias, Don Abilio, por su sabiduría compartida y repartida, su tiempo entregado con generosidad, convertido ahora en “Tiempo de Dios”.

Equipo de Pastoral de la Salud

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