Famosa se ha hecho la frase de Dostoievski: «Si Dios no existe, todo está permitido». Famosa y malinterpretada. Tanto que se ha usado como bandera de un tipo de ateísmo, emblema de una autonomía rescatada a lo divino, de una libertad reconquistada frente al padre castrador. Al margen de la imagen de Dios que se destila en tales conclusiones, lo cierto es que pocos saben que la frase continúa: «y si todo está permitido, la vida es imposible». En efecto, al autor de Crimen y castigo le obsesiona una cosa: la redención. Y ésta no es posible sin la fe.
Corren tiempos de descrédito: en la política, en la economía, en Europa, en la prensa, en los sindicatos... en la Iglesia. Nos habituamos a la mala sensación de que todos nos mienten. Y esto supone un peligro y una oportunidad. Un peligro porque a falta de asideros perdemos pie, y siempre hay listos que se benefician del río revuelto y proponen su solución como única; no hace falta recurrir a dictadores, lo percibimos en la publicidad. Pero también supone una oportunidad -tal es el significado de crisis-, ya que en la relatividad de todo lo banal se escucha con fuerza la voz de Dios.
Así les sucedió a grandes personas, como san Francisco, san Ignacio o Charles de Foucauld... encontraron su fe en la ruina de sus motivos, en la insoportable levedad del ser. O el mismo san Pablo, que llega al «sé de quién me he fiado» cuando cae de su caballo, cuando no le sirve nada de lo anterior. En ese sentido hemos de percibir el descrédito social como un signo de los tiempos, como una purificación de todas nuestras idolatrías («sólo Dios es digno de fe»). Ahora bien, ¿qué Dios?, ¿qué mensaje y qué ejemplo aporta la Iglesia en este momento, a esta sociedad tan desesperada?
- Si existe Dios, la vida se halla en la cúspide, se convierte en el don más preciado. Y no sólo al principio y al fin, sino durante. Existen límites a la propiedad, al legítimo enriquecimiento, al austericidio, al estricto pago de las deudas...
- Si existe Dios, la ley es relativa... sobre todo cuando se muestra inflexible, injusta, sierva del poder. El corazón templa la rigidez de los contratos, funde las razones del insensible.
- Si existe Dios, todos tienen cabida. La economía expulsa a sus hijos a la calle y Dios Padre los acoge... «venid a mí los cansados y agobiados... mi yugo es suave».
- Si existe Dios, nadie especula con los panes y los peces, la cesta siempre está llena.
- Si existe Dios, los administradores rinden cuenta de sus talentos, los corruptos de sus engaños, los viñadores de su orgullo homicida.
- Si existe Dios, se precipitan las torres de Babel, los Epulones se arrepienten, los faraones reflexionan... Nadie gasta su vida en ausencia de la muerte, pues a ella nos debemos tarde o temprano.
- Si existe Dios, la naturaleza es el bello escenario de la vida, no el coto de unos pocos. El agua es común, también la tierra; nadie se plantea el modo de vendernos el aire.
- Si existe Dios, todo poder es servicio, todo gobernante pasajero, toda decisión rectificable. Nadie es más que nadie porque todos somos hijos, hermanos de sangre. También todas.
- Y si existe Dios, por último, cobramos sensatez a cerca de nuestro papel en la historia. Estuvo antes de nacer y estará cuando nos vayamos. Las generaciones futuras juzgarán lo que fuimos, corremos el riesgo de suspender... ¿Cómo queremos que nos recuerden?
Podíamos seguir, tal vez se os ocurran añadidos a este credo. O quizá baste la frase de Dostoievski: «si todo está permitido, la vida resulta imposible». Para el escritor ruso el amor al prójimo se vincula a la existencia de Dios, otros se apoyan en su increencia. En verdad sólo existe un ateísmo dañino, el que en nombre de la libertad desprotege a los débiles. Aunque ni siquiera posee ese rango, no llega a filosofía. Los lobos odian cualquier cerca que los limite... conforme a su lógica voraz.
Asier Aparicio Fernández
Pastoral Social
Asier Aparicio Fernández
Pastoral Social
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