Talla en madera policromada (Pedro Bahamonde 1747) Retablo mayor de la Iglesia de Nuestra de la Calle. Palencia. |
Nació en 1510 en Gandía (Valencia), en una nobilísima familia. A los 11 años abandona la casa natal y marcha a Zaragoza. Tras ser paje de la princesa Catalina, con 16 años ingresa en la corte de Carlos V. Se casa a los 19 años con la Dña. Leonor de Castro y Meneses con la que tuvo ocho hijos. En 1530 el rey le nombra marqués de Llombay y posteriormente Virrey en Cataluña. Años después diría: “Dios me preparó en ese cargo para ser general de la Compañía de Jesús. Ahí aprendí a tomar decisiones importantes, a mediar en las disputas, a considerar las cuestiones desde los dos puntos de vista (material y espiritual). Si no hubiese sigo virrey, nunca lo hubiese aprendido”. A la muerte de su padre, con 32 años, hereda el ducado de Gandía, pero tras fallecer su esposa, renuncia al mismo. Hace los ejercicios espirituales ignacianos, y decidió ingresar en la recién creada Compañía de Jesús. En 1548 realiza la profesión solemne. Fue nombrado Comisario de la Compañía en la Península Ibérica, Asistente, Vicario General y, finalmente, III Prepósito General de la Compañía. Falleció en Roma en 1572. Fue beatificado en 1624 y canonizado por el Papa Clemente X en 1671.
Fue un modelo de cristiano y padre de familia y de político que en ejercicio del cargo consagraba a la oración todo el tiempo que podía. Tuvo una profunda devoción a la Eucaristía y a la Virgen. Se distinguió, sobre todo por su profunda humildad, y dio un gran impulso a la misiones. El arte le representa vestido de Jesuita, color negro, con un libro en la mano y una calavera.
Los Jesuitas estuvieron presentes en la capital desde 1559, tres años después del fallecimiento de San Ignacio, regentando el Real Colegio -actual Seminario y parroquia de Nuestra Señora de la Calle- popularmente conocida como La Compañía, en cuyo retablo mayor se representan los principales santos jesuitas.
Oración
Señor y Dios nuestro, que nos mandas valorar los bienes de este mundo, según el criterio de tu ley, al celebrar la fiesta de San Francisco de Borja, tu siervo fiel y cumplidor, enséñanos a comprender que nada hay en el mundo comparable a la alegría de gastar la vida en tu servicio.
Texto: José Luis Calvo
Fotografía: Antonio Rubio
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