Desde esta sección de la Pastoral Social Diocesana, y en esta ocasión, queremos participaros algunos textos rescatados de nuestra Doctrina Social de la Iglesia. Son “palabras en la arena” de pontífices, encíclicas que desde León XIII y su Rerum Novarum (122 años) intentan iluminar la conciencia creyente en asuntos tan actuales como relevantes. Formemos nuestra fe, rompamos prejuicios, dejémonos interpelar. Que hablen los Papas:
- «Esta acumulación de recursos y de poder (nota casi característica de la economía contemporánea) es el fruto natural de la ilimitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido sólo los más poderosos, lo que con frecuencia equivale a decir: los más violentos y los más desprovistos de conciencia. [...] toda la economía se ha hecho horrendamente dura, cruel y atroz...; pérdida de prestigio del estado que, aunque debiera ocupar el puesto de rector y árbitro... se hace por el contrario esclavo, entregado y vendido a la pasión y las ambiciones humanas». (Quadragesimo anno, Pío XI, 1931).
- «Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas. No es lícito, en cambio, exigir o pretender su pago cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevarían al hambre y a la desesperación a poblaciones enteras. No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables» (Sollicitudo rei socialis, Juan Pablo II, 1987).
- «El problema del trabajo... se ha manifestado en el contexto de un gran conflicto entre el mundo del capital y el mundo del trabajo. [...] Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponían a disposición del grupo de empresarios, y éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros. La llamada a la solidaridad y a la acción común lanzada a los trabajadores... tenía un importante valor... Era la reacción contra la degradación del hombre como sujeto del trabajo...» (Laborem exercens, Juan Pablo II, 1981).
- «... tengan presente los ricos y los patronos que oprimir para su lucro a los necesitados y a los desvalidos, y buscar su ganancia en la pobreza ajena, no lo permiten ni las leyes divinas ni las humanas. Y defraudar a alguien en el salario debido es un gran crimen [...] Si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo a un mal mayor, acepta, aun no queriéndola, una condición más dura, porque la impone el patrono o el empresario, esto es ciertamente soportar una violencia, contra la cual reclama justicia. Los ricos, como se pueden amurallar con sus propios recursos, necesitan menos del apoyo de la pública autoridad; el pueblo pobre, como carece de medios propios con que defenderse, tiene que apoyarse grandemente en el patrocinio del estado... Queda al alcance de los gobernantes... aliviar grandemente la situación de los proletarios... ya que el estado debe velar por el bien común como propia misión suya» (Rerum novarum, León XIII, 1891).
- «Y de ninguna manera se ha de caer en el error de que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, habiendo sido establecida para procurar el bien de todos» (Pacem in terris, Juan XXIII, 1963).
- «La falta de seguridad, junto con la corrupción de los poderes públicos y la proliferación de fuentes ilícitas de aumento del patrimonio familiar, y de beneficios fáciles en actividades ilegales o puramente especulativas, es uno de los obstáculos principales para el desarrollo y para el orden económico» (Centesimus annus, Juan Pablo II, 1991).
- «La regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ella sola las relaciones internacionales. Sus ventajas son claras sólo si las partes no se encuentran en condiciones desiguales. [...] una economía de intercambio no puede seguir descansando sobre la sola ley de la libre concurrencia, que engendra también demasiado a menudo una dictadura económica» (Populorum progressio, Pablo VI, 1967).
- «Entre los derechos de la persona humana, también se cuenta el que pueda cada uno emigrar a la nación donde espere poder atender mejor a sí y a los suyos. Por lo cual, es deber de las autoridades públicas el admitir a los extranjeros que vengan...» (Pacem in terris, Juan XXIII, 1963).
- «La Iglesia ha defendido siempre el principio de que a la mujer trabajadora se la debe, por igual prestación de trabajo y en paridad de rendimiento, la misma retribución que al trabajador» (Assai numerose, Pío XII, 1945).
Palabras claras, potentes, aunque (alguno dirá) sólo palabras. Por eso terminamos con otro texto prioritario: «La Iglesia es consciente de que su mensaje se hará creíble por el testimonio de las obras antes que por su coherencia y lógica interna» (Centesimus annus, Juan Pablo II) Pues eso, buen comienzo de curso y ¡al tajo!
Asier Aparicio Fernández, Pastoral Social
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