Imaginen ustedes una parroquia en la que hay dos curas que, por las razones que sean (que tampoco vienen ahora al caso) han decidido que -sin hacer mucho caso a los feligreses- cada 8 años “manda” uno.
Ahora le toca “mandar” al “señor cura A”... Cambia el altar de sitio y recoloca los confesionarios; San Antón que estaba al lado de Santa Lucía, se pone al lado de la Purísima; la misa de 11 es ahora a las 11,15 y cambia también las horas de la Catequesis; en el despacho de Cáritas pone la Adoración Nocturna... A todo esto, el “señor cura B” no está para nada de acuerdo... y avisa que cuando el vuelva a “mandar”, cancelará estas reformas, porque no tienen ni pies ni cabeza.
Han pasado los 8 años... y el “señor cura B” accede al poder. Y -como había prometido- se acometen los cambios. Los confesionarios se ponen donde la pila bautismal; la misa de 11,15... será ahora a las 11,22; San Roque ahora estará al lado del Resucitado; y los niños de la Catequesis pasan a reunirse los domingos después de comer. Por supuesto, el “señor cura A”... está indignado.
Con tanto cambio no hay quien se aclare. Hay buenas mujeres que ya no saben dónde ir a poner unas velas, y otras que llegan siempre tarde al Rosario. El índice de abandono en la Catequesis de Confirmación crece cada día... y los suspensos en Catequesis de Infancia alcanzan porcentajes históricos. Cuentan que en una novena a San Isidro... se leyeron los textos de la fiesta de la Virgen del Carmen. La gente ya no sabe a qué hora empieza la misa de 11... y unos llegan a las 11,10, otros a las 11,17... y otros a las 11,26. Y el desencanto crece... y algunos dicen que van a “perder la fe”.
Pues, más o menos... esto es lo que pasa con la EDUCACIÓN en este país. Cada 8 años... Ley nueva. Nuevas normas, nuevos modos, nuevos acentos que aplica el que “manda”... y aviso de reformas del que “mandará”. Y seguimos avanzando en el desastre. ¿Sería mucho pedir que, en lo realmente importante, llegáramos a acuerdos con vocación de perdurar? En la escuela nos jugamos el futuro de cada niño... y el futuro de todos.
Domingo Pérez
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