lunes, 20 de mayo de 2013

La oveja perdida

Hoy comentamos el sermón que predicó el Domingo III después de Pentecostés: “Vino el Señor a buscar la oveja perdida”. Se hacía una pregunta: “¿Qué recorrido hizo buscando a la oveja perdida?”, tratando de demostrar que la misericordia de Dios supera a las culpas del pecador. Como es grande el regocijo en el cielo por un pecador que sale del pecado, superando a los noventa y nueve que se tienen por justos.

“Creo yo” -dice- “que tenía Cristo tan fervientes entrañas de misericordia para los pecadores que venían a Él a pedirle perdón de sus pecados, que pienso yo que es ansí, que salía de Él una poma rica de un licor preciado, un olor espiritual y ya se acercaban a Él empapados”.

“¿Por qué buscáis a los pecadores?” -se pregunta- “pues buscando a los pecadores y comiendo con ellos le tendrán por malo y pecador, y es así como busca la oveja perdida, no teniendo en nada la propia honra con tal de ganar las almas para el Padre-Dios”. Buscando la oveja perdida le ponen una corona de espinas y le clavan las manos y los pies. Deja el palacio real del cielo y se une a la pobreza. Deja la música del cielo y se abraza al pecado para librar al pecador y siempre sin pecar.

Y se hace otra pregunta: “¿Qué quiere decir llevar la ovejita sobre sus hombros? Ir en los hombros de Jesucristo es que en ellos tiene virtud tu ayuno, tu limosna y tu oración. Lleva nuestros pecados en su cruz y sobre sus hombros”.

Repasando este sermón, recordamos una estrofa del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, que dice así: “Pastores los que fuerdes / Allá por las majadas al Otero / Si por ventura vierdes / Aquel que yo más quiero / Decidle, que adolezco, peno y muero”. Todos hemos contemplado la escena de muchos pastores que llevan sus corderos en el zurrón y a hombros.
 
Germán García Ferreras

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