domingo, 25 de septiembre de 2011

Estuve preso...


D. Esteban celebrando la Eucaristía
Cada año, al acercarse el 24 de septiembre se vive con intensidad la fiesta de Ntra. Sra. de la Merced, patrona de Instituciones Penitenciarias. Esta advocación mariana, de claras connotaciones liberadoras, surgió en la Edad Media, una época en el que los cristianos sufrían cautividad. Es entonces cuando un joven mercader, San Pedro Nolasco, tuvo la genial idea de fundar una Orden religiosa -La Merced- para visitar, acoger y liberar a los que sufrían apresados en mazmorras y eran víctimas de las amenazantes tinieblas de muerte que acechaban sobre ellos.

Hoy, como ayer, hacen falta redentores... y la rutina cotidiana se ve interrumpida en el Centro Penitenciario de La Moraleja al llegar el Día de la Merced. Los internos que habitualmente no se encuentran entre ellos, coinciden y conviven en los campos y pabellón de deportes o en el salón de actos. Grupos de música, danza o teatro de “gente de la calle” -como llaman los internos a las personas que gozan de libertad- animan y renuevan, con su presencia, el conocido catálogo de rostros de internos y funcionarios.

 
Nuestra diócesis se hizo dignamente presente en la festividad de La Merced, a través de nuestro obispo Don Esteban, de los capellanes del centro -Don José Ignacio, Don Javier y el P. Mario, OdeM- y de los voluntarios que colaboran con Pastoral Penitenciaria. La mayor parte de ellos lo hacen en la Casa de Acogida que la diócesis posee en la capital y en la que se acoge a internos que gozan de permiso penitenciarios. 

Los presos

Casi todos son chicos sin recursos, extranjeros, de países más bien lejanos, y sin familiares directos en España. La acogida es prioritaria. Pastoral penitenciaria no examina si el que sufre en prisión es cristiano o musulmán, si es creyente o no, si está en la cárcel por un delito grave o leve. Lo fundamental es que ante todo, y sobre todo, es una persona, que posee su propia historia, con toda su grandeza y toda su miseria, y tiene -por supuesto- su dignidad, casi siempre maltrecha y maltratada.

El preso es alguien que ha padecido -y padece- lo opuesto al Evangelio de Jesús. Es un ser humano como nosotros, que precisa ayuda, que necesita ser reconocido y valorado por la sociedad, y que solicita ser redimido, liberado, hasta poder recobrar su dignidad personal y gozar de la feliz libertad que debe poseer cualquier ser humano. El preso es hijo de Dios y hermano nuestro.

La Fiesta

Todos estos sentimientos fueron hondamente vividos en la Eucaristía celebrada con motivo de la Merced. Presidida por D. Esteban, acompañado por los capellanes del Centro y de un sacerdote amigo que se sumó a la fiesta. El coro, que habitualmente anima con sus cantos las celebraciones de los domingos, se vio reforzado en sus miembros y rebosante de alegría. Los internos asistieron gozosos y participativos, viéndose arropados por la presencia de voluntarios de la Pastoral que no quiere olvidar aquello de “estuve preso y me visitasteis”, que desean ser como el samaritano de la parábola que se acerca al hombre maltrecho, apaleado e ignorado.

D. Esteban, con palabras alentadoras, presentó a María de la Merced como Madre, que siente y padece con sus hijos cautivos. «En medio de tanto sufrimiento -dijo nuestro obispo- es necesario mirar a nuestro alrededor, descubrir el dolor de los otros y recuperar la esperanza como don de Dios. Para ello es fundamental la oración personal y la escucha de la Palabra, especialmente el evangelio de cada día. María de la Merced es Madre de todos, y sufre y se compadece con los carentes de libertad. Ella es ejemplo de esperanza, ahí radica su auténtica “Merced”, su regalo, su dádiva para sus hijos cautivos. Por eso, quien fundamenta su vida en la esperanza cristiana no debe temer, pues puede llegar a ser libre en el espíritu, incluso mucho antes de terminar su condena en prisión».

El escenario del salón -convertido en improvisado altar- se engalanó por varias de las voluntarias con ayuda de los internos. Significativos fueron dos elementos colocados a los lados del altar. Un ambón, compuesto por varios de los chicos utilizado maderas del Taller de carpintería del centro. Sobre él, el leccionario, la Palabra de Dios. Al otro lado, un relieve en barro policromado con una imagen de María de la Merced liberadora, portando cadenas rotas, salido del Taller de cerámica y obra de las manos de varios internos. Sin duda, toda una parábola para todos. Palabra de Dios y Merced de María. Dos pilares en el camino cristiano, dos fundamentos de nuestra fe.

Al final de la celebración, un interno interpretó un canto a María de la Merced, que él mismo había compuesto con la emoción y el sentimiento de quien siente a María como madre. Una Madre que es modelo de esperanza en Cristo, que llena de fortaleza frente a la rutina del diario vivir, y que entona un canto de liberación junto aquel que se siente abatido y oprimido, y vive privado de libertad.

P. Mario Alonso, OdeM
Capellán del CP. de La Moraleja de Dueñas.

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