lunes, 10 de marzo de 2014

Los cristianos

¿Cómo debemos ser los cristianos? ¿Cómo tenemos que comportamos en una sociedad como la nuestra? ¿Cómo debemos rezar y hablar en los “tiempos tan recios” que nos toca vivir?

San Pablo le escribe a su discípulo Timoteo: “Aviva el fuego de la gracia de Dios, que no nos ha dado un espíritu cobarde, sino espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por Nuestro Señor y por mí, su prisionero”.

Santa Teresa en Camino de Perfección (Cap. 21) escribe: “Importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare. Murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo; como muchas veces acaece decirnos: hay peligros, fulana por aquí se perdió, el otro se engañó, el otro que rezaba mucho cayó, hacen daño a la virtud, no es para mujeres que les podrán venir ilusiones, mejor será que hilen, no han menester esas delicadezas, basta el paternóster y avemaría”. Toda la fuerza de los cristianos está en esa expresión: “una muy determinada determinación”.


En el Libro de la Vida (Cap. 33, 11) nos dice: “Algunas veces, afligida decía: Señor mío, ¿cómo me mandáis cosas que parecen imposibles? Que, aunque fuera mujer, si tuviera libertad; mas atada por tantas partes, sin dineros, ni de dónde los tener, ni para breve, ni para nada, ¿qué puedo yo hacer, Señor?” Y nos “grita”: “Nada te turbe / nada te espante / la paciencia todo lo alcanza / quien a Dios tiene / nada le falta / solo Dios basta”.

San Juan de la Cruz canta en la Llama de Amor Viva: “Oh lámparas de fuego / en cuyos resplandores / las profundas cavernas del sentido / que esta oscuro y ciego /con extraños primores / calor y luz dan junto a su querido”.

Tenemos que ser luz y calor, como las lámparas del Espíritu Santo, que son sus Dones y Virtudes. El mundo, la sociedad, nos necesita en estos “tiempos tan recios” como nos decía la Santa.

Germán García Ferreras

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