Miércoles de Ceniza
Óleo sobre tabla. Autor anónimo seguidor de Juan de Flandes. Retablo Mayor iglesia de San Facundo y San Primitivo. Cisneros |
En el evangelio de san Marcos (1,15) Jesús nos dice “convertíos y creed en el Evangelio”. Esta misma frase nos dice el sacerdote el Miércoles de Ceniza. La Cuaresma es tiempo de conversión, de volver al Señor, de abandonar nuestra vida de pecado.
El profeta Jonás fue enviado por Dios a Nínive. Sus habitantes vivían en el pecado y Dios le encargó predicar para que se convirtiesen. Él se negó al principio, pero finalmente. Los ninivitas se vistieron de sayal, se cubrieron la cabeza de ceniza y se convirtieron al Señor. Hoy, Jesucristo, nuevo Jonás, nos convoca a una conversión sincera y a aceptar su Evangelio vitalmente. La vuelta a Dios comporta la ruptura con el pecado, y el arrepentimiento de las malas obras; algo así como una vuelta a casa, la casa de la Misericordia del Padre Bueno. El libro de Jonás narra cómo la predicación del profeta suscitó la fe y la penitencia. Hoy, “los nuevos Jonás” nos convocan durante la Cuaresma a una vuelta a Dios. Los ninivitas cambiaron de vida y la ciudad no fue arrasada. Ninive, capital del antiguo imperio asirio, es un símbolo de nuestras ciudades que dan la espalda a Dios. Él tiene paciencia, no se cansa de esperar, pero todo tiene un límite. Una ciudad dominada por el pecado es una ciudad que camina hacia su aniquilamiento. Como Nínive, nuestra sociedad, necesita profetas que nos convoquen al cambio radical para poder celebrar el amor compasivo de Dios. El Jonás de hoy debe denunciar el mal y las injusticias de nuestro mundo y debe anunciar que Dios, siempre misericordioso, espera a todos con los brazos abiertos en el sacramento de la reconciliación.
No abundan las representaciones de Jonás por ser uno de los profetas menores. En la Diócesis le encontramos en pintura al óleo del siglo XVI, en la predela del retablo de la parroquia de San Facundo y San Primitivo de Cisneros, y en un alto relieve en un retablo de la iglesia de Capillas, y en Pedraza de Campos. El profeta Jonás nos recuerda que la conversión debe de ser una actitud permanente en la vida de todo cristiano.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad. Por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado; contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
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