El Mensaje del Papa Francisco para la 49 Jornada Mundial de Oración por la Paz nos invita a trabajar por la paz, don de Dios y obra de los hombres. En palabras del Papa: «La paz es don de Dios, pero los hombres y mujeres están llamados a llevarlo a la práctica».
Para llevar a cabo los grandes retos que conlleva este trabajo ingente hay que superar en primer lugar una actitud de indiferencia muy extendida. Merece la pena citar al Papa cuando denuncia algo tan importante como que la «actitud del indiferente que cierra el corazón para no tomar en consideración a los otros, de quien cierra los ojos para no ver aquello que lo circunda o se evade para no ser tocado por los problemas de los demás, caracteriza una tipología humana bastante difundida y presente en cada época de la historia». Pero -según el Papa- «en nuestros días esta tipología ha superado decididamente el ámbito individual para asumir una dimensión global y producir el fenómeno de la “globalización de la indiferencia”». Y esta misma indiferencia contribuye «a la falta de paz con Dios, con el prójimo y con la creación» y llega incluso a «justificar algunas políticas económicas deplorables, premonitoras de injusticias, divisiones y violencias, con vistas a conseguir el bienestar propio o el de la nación».
En el punto 4 de la misiva Francisco observa además que «existe una indiferencia ante Dios que supera la esfera íntima y espiritual de cada persona y alcanza a la esfera pública y social». Es evidente -así como afirma el Papa emérito Benedicto XVI- que «hay una vinculación íntima entre la glorificación de Dios y la paz de los hombres sobre la tierra». El Papa actual cita con certeza a su antecesor cuando este último afirma en un discurso en Asís en el 2011 que «el olvido y la negación de Dios que lleva al hombre a no reconocer alguna norma por encima de si y a tomar solamente a sí mismo como norma, han producido crueldad y violencia sin medida».
Sabiendo que muchas personas padecen esta enfermedad por el virus de la indiferencia el Papa Francisco nos invita a caminar sobre el camino del amor y de la misericordia y detenernos, como el samaritano, ante el sufrimiento de otros. El evangelio nos empuja a una conversión más profunda y nos hace corresponsables solidarios para combatir las injusticias y miserias en un mundo roto por las desigualdades, la explotación (el Papa habla también de la “colonización ideológica”), las guerras, el terrorismo y la muerte de tantos inocentes. Estamos llamados a contribuir activamente en la construcción de una nueva cultura de amor y de misericordia. Por ello hay que favorecer desde el ambiente en que vivimos y trabajamos el diálogo, la escucha, el compromiso social, el compartir de bienes materiales y espirituales y vivir de modo más auténtico y más visible la compasión por el próximo en las familias y parroquias.
En los últimos párrafos del mensaje el Papa Francisco señala algunos retos concretos muy importantes para trabajar en los Estados y en la comunidad política internacional para que millones de personas que carecen de todo tengan una vida digna.
Estos grandes retos deben estar presentes en los foros y debates políticos y sociales para avanzar en la conciencia que la tierra es nuestra “casa común” (como afirma el papa Francisco en su encíclica Laudato Si). Es necesario y absolutamente urgente (y para los cristianos una obligación moral en plena coherencia con el Evangelio) que se promueva más activamente una cultura de solidaridad y de misericordia en las familias, en el lugar de trabajo y sobre todo en las parroquias también y así contribuimos todos a vencer la indiferencia y conquistar la paz.
Pastoral Social
Área de Derechos Humanos
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