viernes, 21 de julio de 2017

“Tenemos que aprender a ser cristianos en medio de una cultura laica”

Tras 16 años de párroco en Villamuriel de Cerrato, Ángel Aguado hace una parada y emprende un nuevo camino en Cuba. En el trayecto de la iglesia a una plaza cercana no para de saludar a gente, conoce a cada vecino por su nombre y su punto débil es la población más joven. Durante la conversación, una chica se acerca y le comenta que siente que Ángel no pueda casarles... y que de haber sabido que se iba, habría adelantado la fecha de su boda. Cercano, jovial, arraigado a la tierra que le vio nacer (San Cebrián de Campos) pero con necesidad de salir, escuchar, cambiar y aprender.
 
¿Por qué decide Ángel Aguado tomarse un tiempo e irse a Cuba a conocer esa realidad?
Al jubilarme de profesor en el instituto tenía pensado hacer una parada. Ya me lo permitió la Diócesis al término de mi licenciatura y el doctorado. Ahora la diócesis también me lo permite y lo agradezco. Pero esta vez quería hacer una parada diferente. Quiero compartir una experiencia de otro tipo de Iglesia. Tengo un amigo marista en Cuba, un palentino que conocí cuando estuve de párroco en Mantinos, en aquella época él era un joven comprometido, y ahora desarrolla su labor en Cuba, él me animó a que conozca la realidad que se vive en la isla. La iglesia de Cuba es una iglesia en ebullición, creo que es un buen lugar para aprender.
 
¿Qué es lo que va a costar dejar de su parroquia de Villamuriel? Siempre te cuesta cambiar de sitio, porque dejas afectividades, dejas el trabajo, sobre todo te cuesta porque has establecido lazos en opciones. En Villamuriel hemos establecido muchos vínculos con la población inmigrante, la parroquia se ha implicado mucho con estas personas, hemos aprendido mucho y el irme es una manera de romper esos vínculos. Pero no te queda otra, viene bien cambiar porque si te encallas acabas como las piedras. También viene bien para la gente, que vengan personas nuevas con retos nuevos.
 
¿Qué balance hace de estos años en Villamuriel?
Balance muy positivo. Aquí me he encontrado con las dos iglesias. La parte vieja del pueblo es lo que hemos recibido que es buena porque de ahí viene todo y la parte nueva que tiene una manera nueva de situarse ante la Fe. Y aquí es donde tenemos nuevos desafíos. Tenemos que escuchar el latido nuevo de la cultura nueva, de los jóvenes, de las familias jóvenes, de los niños. Tenemos que aprender a ser cristianos en la cultura laica y no solo en el espacio eclesial, que allí no cuesta nada. Hoy hay que perder mucho tiempo en la calle (que es ganarlo), con la gente joven, con los padres jóvenes, con las familias. Nos jugamos mucho en la calle y tenemos que construir humanidad con la gente y nosotros los cristianos la construimos como nos la regaló Jesús y eso es mucho.
 

¿A qué parte de Cuba va y qué labor va a desarrollar en Cuba?
Voy a una zona que se llama Holguín; le he dicho al obispo de allí que voy a lo que me manden, sobre todo, yo quiero ir a escuchar. Quiero impregnarme del frescor de las Iglesias latinas. Cuando he estado allí con anterioridad, he visto grupos de comunidad que no giran en torno al cura, son grupos muy vivos y fervientes porque han estado acosados, el elemento central no es el cura, es la comunidad, el pueblo de Dios. Yo no creo que el principal problema en la iglesia sea la escasez de vocaciones sacerdotales, en mi opinión ese es un diagnóstico corto, lo que hacen falta son cristianos, cuando hay cristianos hay curas.
 
¿Tiene fecha de regreso?
Sí, en principio, me voy para dos años.
 
¿Qué espera encontrar en Cuba?
Una iglesia más joven, más pueblo de Dios, que no esté centrada en el presbítero, una Iglesia que se implica con la cultura y el cambio que está viviendo ahora.
 
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Buen viaje, buena escucha y buen aprendizaje...

Natalia Aguado León

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