domingo, 1 de septiembre de 2013

“Id y haced discípulos de todos los pueblos”

Quienes han podido contemplar algunas de las imágenes que por televisión nos llegaron el pasado mes de Julio desde Rio de Janeiro, habrán podido presenciar un extraordinario espectáculo de fe y de fiesta cristiana. Miles y miles de jóvenes de muchos países del mundo, a los que se les unieron otros muchos miles de adultos brasileños enfervorizados, pudieron ver al Papa Francisco y experimentar su cercanía.

La Jornada Mundial de la Juventud 2013 nos ha dejado sobre todo un extraordinario magisterio del Papa, que no sólo fue dirigido a quienes estuvieron presentes en los distintos actos del Encuentro, sino que constituye uno de los primeros mensajes oficiales que nuevo pontífice ha querido dirigir a la entera Iglesia Católica. Destacaré tan sólo alguno de los pasajes más significativos de sus discursos y homilías, como valiosos puntos de referencia para nuestra vida cristiana.

Por una Iglesia defensora de los pobres

Una de los primeros actos del Papa Francisco, antes de comenzar los encuentros con los jóvenes, fue visitar la favela de Varginha, un encuentro con los pobres. Allí afirmó con energía: «Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales... También quisiera decir que la Iglesia, “abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo” [Documento de Aparecida, 395], desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre. Queridos amigos, ciertamente es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un acto de justicia. Pero hay también un hambre más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede saciar».


Poned a Cristo en vuestras vidas

Dirigiéndose ya a los jóvenes, en su primer encuentro con ellos, en la fiesta de la acogida, les pidió, y nos pide hoy también el Papa Francisco a todos nosotros: «“Pon a Cristo” en tu vida. En estos días, Él te espera: Escúchalo con atención y su presencia entusiasmará tu corazón. “Pon a Cristo”: Él te acoge en el Sacramento del perdón, con su misericordia cura todas las heridas del pecado. No le tengas miedo a pedirle perdón, porque Él en su tanto amor nunca se cansa de perdonarnos, como un padre que nos ama. ¡Dios es pura misericordia! “Pon a Cristo”: Él te espera también en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y Él te espera también en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje del amor, de la bondad, del servicio».


La cruz, manifestación del amor de Dios

En el Via Crucis multitudinario que se celebró en el paseo marítimo de Copacabana, el Papa Francisco mostró a los jóvenes el profundo misterio de la fe cristiana: el misterio de Dios que envía a su Hijo al mundo y muestra su amor perdonando cuando los hombres lo rechazan, llevándolo a la cruz: «Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer. Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos en Él [Cf. Lumen fidei, 16]. Porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida..


Pero la Cruz invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano».

“Id y haced discípulos de todos los pueblos”

En la multitudinaria misa de clausura, celebrada en la gran bahía de Rio de Janeiro, bajo la inmensa estatua del Cristo del Corcovado, el Santo Padre invitó a los jóvenes, y por extensión a todos los católicos del mundo, a ir sin miedo a servir y a evangelizar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo: «“Id y haced discípulos de todos los pueblos”. Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de dominio, de la voluntad de poder, sino de la fuerza del amor, del hecho que Jesús ha venido antes a nosotros y no nos dio algo de sí, sino se nos dio todo él, él ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos el amor y la misericordia de Dios. ¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos... No tengáis miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor».

La renovación de la Iglesia

Por último, el Papa Francisco habló repetidamente de la necesaria renovación de la Iglesia. En la vigilia de oración del sábado por la noche, contó la conocida anécdota de la madre Teresa de Calcuta, cuando le preguntaron qué había que cambiar en la Iglesia. La Madre Teresa respondió sin pensarlo mucho: «hay que empezar por usted y por mí».

Y en una de sus últimas intervenciones, quizás la más densa en contenido programático para la Iglesia universal, en el discurso a los obispos responsables del Consejo Episcopal Latinoamericano, el CELAM, invitó de nuevo a la renovación interna de la Iglesia. Esta renovación debe pasar en primer lugar por un diálogo con el mundo actual. «La respuesta a las preguntas existenciales del hombre de hoy, especialmente de las nuevas generaciones, atendiendo a su lenguaje, entraña un cambio profundo que hay que recorrer con la ayuda del Evangelio, del Magisterio, y de la Doctrina Social de la Iglesia». En segundo lugar es preciso evitar la ideologización del mensaje evangélico, tanto por un reduccionismo socializante, que sólo ve la Iglesia en una dimensión horizontalista, como por un intento de restauracionismo, que busca recuperar el pasado perdido. Igualmente debemos estar prevenidos frente a un funcionalismo, que «no tolera el misterio, sino que sólo busca la eficacia, reduciendo la realidad de la Iglesia a la estructura de una ONG». Y, finalmente, censuró el clericalismo, tentación muy actual sobre todo en Latinoamérica, diciendo: «En la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo».

En resumen: una Jornada Mundial de la Juventud misionera y social por excelencia, en la que el Papa ha impulsado a los jóvenes a ser misioneros sin límites ni fronteras, y a la Iglesia a ser más sencilla, pobre y evangelizadora.

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