- Mamá, ¿hacia dónde vamos?
- Amor, ya te lo he dicho, vamos a un lugar mejor. Ahora, duerme.
Demoledor. Cualquier día de estos... en cualquier punto de las frías aguas del Mediterraneo. Una madre y su hijo que buscaban un futuro, una vida digna. Una esperanza para mañana.
- Amor, ya te lo he dicho, vamos a un lugar mejor. Ahora, duerme.
Demoledor. Cualquier día de estos... en cualquier punto de las frías aguas del Mediterraneo. Una madre y su hijo que buscaban un futuro, una vida digna. Una esperanza para mañana.
Hace unos días me llegó esta viñeta por las redes sociales... y me heló el corazón. Con admirable dulzura se nos presenta un drama absoluto: Una madre que, hasta en el último momento y en la situación más dura, da un poco de esperanza a su hijo.
Una imagen profundamente bella que respira AMOR en cada burbuja de oxígeno que sube a la superficie... sin quitar un ápice de DOLOR. Y una imagen que cuestiona muy seriamente nuestra humanidad.
Nunca habrá datos exactos. Cuando escribo esto... en tres meses... 463 seres humanos, hermanos nuestros, pueden “contabilizarse” como ahogados o desaparecidos en las aguas mediterráneas. En el 2017 fueron casi 3000. En 2016... 4150.
Una tragedia ante la que el Papa Francisco -en su histórica visita a Lampedusa- dejó de lado el discurso preparado para exclamar... VERGÜENZA.
Hace tiempo, un periodista preguntaba a una madre que iba a subirse a un barcucho con su hija, huyendo de Turquía tras salir de Siria: “¿No le da miedo arriesgar la vida de su hija en ese barco?”. Y la madre contestó: “Donde arriesgo la vida de mi hija es quedándome en tierra”.
Tenemos que preguntarnos “hacia dónde vamos”. Tenemos que pedir perdón. Tenemos que reaccionar.
Txomin Pérez
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