La obra creadora de Dios Padre se descubre en la belleza y el amor de lo que somos, de lo que hacemos, y de nuestro entorno. La existencia humana revela en sí misma la perfección del amor fecundo de Dios. Sin embargo, los afanes de cada día, pueden hacernos dudar del sentido de algunas experiencias especialmente dolorosas o difíciles de soportar. Así, podemos plantearnos por qué ante ciertas experiencias sufrimos tristeza, miedo, ansiedad...
Emoción que impulsa a alejarse y rechazar objetos contaminados para mantener la limpieza e higiene. En casi todas las culturas aparece ante estímulos de origen animal que al extenderse contaminan otros objetos. Además, generan asco el mal sabor, mal olor, comida contaminada, agresión al cuerpo, y contaminación interpersonal.
En definitiva, todas las emociones son -si se desencadenan ante el estímulo y en la proporción adecuada- una ayuda para enfrentarnos a las diferentes situaciones de nuestra vida. Las emociones son, por definición, cambiantes, por eso es importante no quedarse “enganchados” a ellas, sino dejarlas pasar una vez que cesó la situación que las generó.
Nuestra vida no siempre es igual, y nuestras emociones tampoco, pero es importante no olvidar que, incluso en las situaciones dolorosas, la fuente principal de nuestra alegría está en la fe en el Amor gratuito de Dios. Como nos recuerda el Papa Francisco en su carta apostólica Evangelii Gaudium: “Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”.
Elena Álvarez. Psicóloga. Centro de Orientación Familiar Diocesano
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