2 de diciembre de 2012 - I Domingo de Adviento
Jer 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo
Sal 24. A ti, Señor, levanto mi alma
1Tes 3, 12-4, 2. Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva
Lc 21, 25-28. 34-36. Se acerca vuestra liberación
Empezamos el Adviento y el año litúrgico en su ciclo C; gozaremos de la lectura del Evangelio de San Lucas -para algunos “el libro más bello jamás escrito”- No es, no quiere ser el adviento una vuelta a ciclos repetitivos. Es un volver a soñar, es un volver a esperar, es volver al compromiso, para que todo sea distinto, para que el reino de Dios prospere, para que Cristo no deje de seguir viniendo. A esto nos animan las lecturas de este Primer Domingo de Adviento.
¿Por qué soñar, esperar, comprometerse en un mundo que está lleno de sufrimiento? “Señales en el sol, en la luna y las estrellas y en la tierra la angustia se apodera de todos los pueblos”. Lo cosas no van bien en el mundo, lo expresamos con la palabra crisis, que enmascara la necesidad de tanta gente, de lejos y de cerca. Como los primeros cristianos podemos decir: “pase este mundo” (Didaje X, 6). En el adviento renovamos este deseo, pero lo hacemos desde la esperanza, no desde el desencanto, “cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza se acerca vuestra liberación”. Como el autor de la Didajé completamos la frase: “venga tu gracia y que pase este mundo”. Y la gracia es el “Hijo del hombre que vendrá con gran poder y gloria”, de la que nosotros ya participamos por su Cruz, por la que luchamos en medio de la historia humana.
Como el autor de la Didajé seguimos diciendo: “venga tu gracia y que pase este mundo”. Hoy comienza el Adviento, ¿cómo prepararnos para que el Dios hecho hombre pueda renacer en nuestra vida y transformarla?
José González Rabanal
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